Epílogo
Me gusta definirme como un arquitecto social, en el sentido de que mi trabajo se orienta en sus diversos aspectos al diseño y la puesta en marcha de entornos en los que las personas puedan ser más personas a la vez que las organizaciones logran sus objetivos.
Tras saborear ¡Camaradas! De Lenin a hoy reflexiono una vez más sobre que existen dos tipos de arquitectos sociales: quienes procuramos el equilibrio entre personas y organizaciones y quienes –como los bolcheviques– aniquilan a las personas en pro del supuesto bien del colectivo.
Como bien señala Javier Fernández Aguado, la intención originaria pudo ser incluso buena. Sin embargo, en cualquiera de los países en el que lo ha logrado, la implantación ha sido sencillamente demoledora. ...