Diario de un ejecutivo desengañado

Epílogo

No es que fuera una venganza, pero volver todos juntos a Ibiza para celebrar el fin de año después del malogrado verano tuvo un sabor especial. Sobre todo porque, en esta ocasión, tras todos los acontecimientos ocurridos en la empresa en el último mes, el talante de José Pedro Rivera era muy diferente. En lugar del estrés que llenaba sus maletas estivales, en esta ocasión se encontraba completamente relajado, como cuando se sabe que el deber está cumplido.

Tenía las cifras hechas y, lo que es más, el objetivo sobrepasado, tenía el respeto de sus colaboradores y jefes y tenía una propuesta de ascenso que hubiera hecho palidecer de envidia a cualquiera, tan solo ocho meses después de haber entrado en la compañía. Pero, sobre ...