4. Cansancio
Noté calor. Por instinto, me toqué la frente, que estaba húmeda. Entreabrí los ojos y no vi nada; todo oscuro, negro. No se atisbaba ni el más mínimo resquicio de luz por ninguna parte. Me sentía muy cansado; los párpados me pesaban. Ese calor y la oscuridad no podían ser reales. En teoría, estaba en la sala de espera del ministro, que disponía de excelente aire acondicionado, recostado cómodamente en un sillón. «¿La antesala del ministro sin luz? —me dije—. ¿No estaré soñando?». Medio amodorrado recordé que lo del ministro hondureño era real. Se había comunicado con mi empresa para reclamar que fuera a verle a la mayor brevedad ...
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