12. La disculpa
Un repiqueteo de máquina de escribir antigua sonó alto y claro. Parecía como si un robot invisible estuviera tecleando en una máquina de escribir a un ritmo rápido y constante sin tomarse descanso alguno. Armando dijo en voz alta: «¡Pero qué ruido tan escandaloso es este! ¡Aquí no hay quien se concentre para trabajar!». Empujó hacia atrás su butaca, que tenía unas pequeñas ruedas de latón dorado, para alejarla del escritorio y, apoyándose en este, se puso de pie. Titubeando dio varios pasos hacia la mesa donde estaba el télex, que seguía repiqueteando como si un dedo de cada mano golpeara rítmicamente el tablero de una mesa intentando ...
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