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A mediados del siglo XIX, un médico húngaro llamado Semmelweiss descubrió que lavándose las manos con agua caliente y un cepillo de uñas y luego enjuagándolas con agua clorada, se conseguía reducir la mortalidad en los procedimientos quirúrgicos a una séptima parte. Semmelweiss no tenía tiempo ni interés alguno en hacerse un hueco en la sociedad y la profesión médica ridiculizó su descubrimiento y se dedicó a ningunearle sistemáticamente.
Tiempo después, Pasteur demostró que los gérmenes microbianos no eran un mito científico y un médico alemán llamado Koch, recogiendo el hallazgo de Pasteur, acabaría recibiendo el Nobel de Medicina por aislar el bacilo bacteriano de la tuberculosis. Con la técnica de la asepsia ...
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