Amaro, al borde del abismo
Hace ya varios años que trabajo en esta empresa. Es curioso, me mosqueo con mis colegas porque me siguen considerando el nuevo, pero el caso es que yo soy el primero que me siento así. A veces no puedo creerlo. La primera carta de dimisión la escribí al mes de llegar. El primer amago de despido me llegó a los seis meses en forma de reunión con el consejero delegado. De aquella me libré, pero desde entonces ha habido meses enteros en los que cada día he pensado que era el último.
No acabo de ver qué es lo que no les gusta, si es mi trabajo o mi persona. He de reconocer que una cosa alimenta a la otra. De hecho muchas ...