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«¡No hacen lo que yo digo!»… Porque hago lo que hago
Eugenio de Andrés
La cuarta planta del edificio estaba prácticamente a oscuras. Solo una luz rompía aquel impoluto negro, y provenía del despacho de Silvia. Era tarde pero quería darle un empujón a los muchos temas que tenía abiertos. Esa nueva empresa se le estaba resistiendo, pero ella no estaba dispuesta a rendirse.
Un extraño ruido distrajo a Silvia del plan de comunicación interna que estaba diseñando. Tras levantar la vista del portátil, fijó su mirada en la tupida oscuridad tratando de escrutar las vagas formas que apenas intuía, cuando de repente, de entre las sombras, apareció un hombretón enorme, que como una exhalación se desplomó en la silla frente a su mesa.
–¡Benito, qué susto ...